lunes, 15 de septiembre de 2008

Matrimonio y buenos propósitos

Dicen las estadísticas que los matrimonios que se disuelven lo hacen tras una media de 15 años de convivencia y dejarán, en más de la mitad de los casos, a menores "huérfanos" de padre. El matrimonio se inventó como alianza, una alianza que no se puede disolver porque hay demasiado en juego. Los padres deben velar y poner los medios para que cuando la relación se resquebraja, puedan reflotarla. Los medios varían desde los buenos propósitos de mejora en aquello que importuna al otro, a acudir a profesionales de terapia familiar que apuesten por la pervivencia del matrimonio y no por su disolución. El matrimonio consagra las nuevas vidas como elementos futuros en los que se cimentará la red humana de la convivencia. Los gobiernos deben facilitar la creación de un entramado multidisciplinar al que puedan acudir las parejas en apuros. Al fin y al cabo, cada separación es fuente de pobreza espiritual y económica para sus protagonistas y genera pesimismo y falta de confianza social en esta institución.

Pili S Montalbán
Barcelona

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